
PROYECTO: LEYENDAS DE SANTA FE
Ver en el BLog Trabajamos Juntos con chicos de Bs As y Trelew nuestro trabajo publicado:
http://www.trabajamosjuntos.blogspot.com
En el marco del proyecto de Leyendas Santafesinas, elegimos a la escritora Zunilda Ceresole de Espinaco.
En esta primera instancia seleccionamos la leyenda del Sauce Llorón.
Aprovechamos la oportunidad que la articulación de niveles dentro de la misma Institución nos brinda para trabajar conjuntamente con la docente que las nenas tendrán en primer grado el año próximo, la Srta. Verónica Rotela.
Pasos a seguir….
1-Leímos la leyenda
2-Comentamos acerca de lo escuchado en la narración.
3-Buscamos información y vimos fotos del Sauce Llorón.
4-Analizamos las características de los personajes principales: Rosaura y Rosendo.
5-Establecimos las secuencias de la historia.
6- Le dictamos a la Srta Silvia las ideas más importantes que recordábamos del relato para que ella las escribiera en el pizarrón.
7- La Srta. lee lo que ha escrito.
8 Dibujamos la historia sobre hojas canson blancas empleando lápiz negro, lápices de colores y fibras.
9- Las compañeras que se animaban pasaban al frente con su trabajo y narraban al grupo lo que graficaron, y aplauso enorme mediante… daban paso a la sgte. compañera
Les dejamos la leyenda que por cierto es preciosa!!
El Sauce Llorón
Rosaura era una paisanita muy bella y coqueta, de talle espigado, cabellos renegridos que ataba en dos largas trenzas, ojos almendrados del color de la miel a los que orlaban larguísimas pestañas, boca carnosa y carmesí que invitaba al beso. Su hermosura no tenía rival en toda la comarca; a ello aunaba una simpatía excepcional por lo que era apreciada por los habitantes del lugar.
Todos los mozos del pago la pretendían y ella jugaba con ellos, les daba esperanzas y luego se burlaba cruelmente de sus enamorados sin importarle el mal que les hacía.
El que más la amaba era Rosendo, un peón trabajador y callado que sentía bullir su sangre en loco desenfreno cuando la encontraba y la miraba a hurtadillas pues no se animaba ni siquiera a saludarla.
Acostumbrada al halago y a los piropos de sus admiradores, Rosaura se sintió molesta ante lo que creía indiferencia de Rosendo y se propuso conquistarlo.
La ocasión se le presentó en un baile; Rosendo desde un rincón observaba cómo se divertían los demás. Al llegar la paisanita lo vio y desafiando todas las convenciones sociales resueltamente se dirigió hacia él y lo invitó a bailar.
Los oscuros ojos del muchacho adquirieron el brillo de distantes constelaciones y con dulce torpeza comenzó a danzar, su corazón comenzó a sentir el canto de los grillos perdidos que lo alegaban y su espíritu alcanzó la cúspide de una pirámide mágica empapada de sensaciones desconocidas.
Poco, muy poco duró su alegría. Llegó al baile un forastero rubio y muy apuesto; sus azules ojos miraron con insistencia a Rosaura y la coqueta dejó plantado a Rosendo y buscó al recién llegado para bailar.
El peón despreciado se quedó estremecido de vergüenza y las risas socarronas y las pullas cayeron sobre él como olas que se perseguían en loca carrera.
Humillado, Rosendo huyó como fiera perseguida hacia la costa, trepó a una canoa y comenzó a remar río arriba.
Rosaura arrepentida de su mal proceder, iba todas las tardes al río con la esperanza de verlo regresar; sin saber cómo ni por qué la triste mirada del peón había quedado grabada en sus retinas y su imagen mustia de pesar, muda, impasible, sombría, galopaba por su alma provocándole un atroz remordimiento y un ansia loca de abrazarlo y decirle que lo amaba.
Una noche divisó una canoa; su corazón latió cual un poncho salvaje que flamea al viento; esperó anhelante a que la misma fuera atrapada por los juncos de la orilla y se acercó.
La canoa estaba vacía; sólo estaba en ella, como una nota fúnebre, el sombrero de Rosendo; comprendió entonces que jamás regresaría, pues su sangre había sido bebida por la fatalidad en un destino adverso.
Quedó como petrificada por el dolor, las lágrimas como densa neblina opacaron sus ojos y sintió que se iba transformando en un árbol que hundió sus raíces en la costa.
Este es el origen del sauce llorón cuya copa verdinegra se inclina en triste actitud hacia la tierra y que despide una tina llovizna que no es otra cosa que las lágrimas de Rosaura quien en su nueva forma aún continúa llorando la ausencia que quien tanto la amó y vio sus sueños abatidos por la juvenil inconsciencia de su coquetería.
Fuentes Documentales
Ceresole de Espinaco, Zunilda. 2006 Santa Fe y sus Leyendas;. Santa Fe: Ediciones Parque del Sur