
En tiempos en que la selva estaba habitada por hombres de piel cobriza que cuidaban de ella, pues su sabio razonamiento les indicaba no amputar sus recursos para poder vivir y alimentarse, se desarrolló una historia de amor que dio como fruto una nueva especie vegetal, adorada y apreciada por los beneficios que brindaba pródigamente.
Según se narra, la delicada belleza de una jovencita la hacia serla más deseada para esposa de los jóvenes guerreros de la tribu; decenas de ojos enamorados la observaban cuando erguida y ondulando sus caderas se dirigía a llenar cántaros al río.
En la soledad no eran pocos los que entonaban encendidos cantos de amor al recordarla o vivían anhelantes por recibir tan sólo una mirada de sus vivísimos ojos negros. Mas ella ya había dado su corazón a un fornido guerrero tan hábil en el manejo de las armas como en pronunciar palabras apasionadas que le regocijaban el alma y hacían latir frenéticamente su corazón.
Un día aciago, el enamorado partió con sus compañeros a guerrear contra una tribu enemiga cuya ferocidad era temida por las tribus vecinas.
Ella lo despidió y su mano, moviéndose como un lento aleteo, le dijo adiós luego de prometerle amor eterno.
El tiempo transcurría y el amado no regresaba; la jovencita anhelaba poder treparse por el aire hasta alcanzar un viento que la llevase hasta el lugar en que este se hallara, en tanto un hijo crecía en sus entrañas...
Muchos quisieron brindarle amor pero ella los rechazó a todos sistemáticamente.
Cuando comprendió que el guerrero no regresaría jamás, abandonó el poblado y se internó en la espesura selvática para dejarse morir.
Una mañana en que la brisa anunciaba el tiempo de primavera esparciendo aromas florales, un grupo de cazadores encontró su cadáver en un claro de la selva. Decidieron darle sepultura... pero al levantarla notaron que sus brazos comenzaron a prolongarse como ramas y que su cuerpo grávido se redondeaba aún más.
Aterrorizados huyeron hacia la tribu sin entender el hecho sobrenatural. Días más tarde no pudieron vencer su curiosidad, se animaron a volver al lugar y al llegar encontraron un espléndido árbol de tronco globoso, con enormes espinas y copa cubierta por flores blancuzcas levemente teñidas de rosa.
Comprendieron que era el cuerpo de la joven convertido por los dioses en pródigo árbol: que el tronco imitaba la gravidez de la muchacha, las espinas el punzante dolor que había sentido y las flores amalgamaban la blancura de sus lágrimas con la sangre del guerrero caído en lucha.
El amor no había muerto; permanecería por siempre simbolizado en ese árbol, que no es otro que el que hoy conocemos con el nombre de palo borracho.
Ceresole de Espinaco, Zunilda. 2006
Santa Fe y sus Leyendas.
Santa Fe: Ediciones Parque del Sur