
Había una vez un nene que se llamaba Joaquín, que todos los días jugaba con sus amigos.
Un día la mamá de Joaquín se enfermó, por eso él le envió una carta al indio Indorrocho para que la salve.
El indio fue velozmente a la casa pero cuando llegó vio que la mamá estaba muerta. Los dos se pusieron a llorar y sus lágrimas cayeron en la tierra donde estaba la madre. Y en ese lugar comenzó a crecer un árbol.
El indio le explicó a Joaquín que ese árbol era la mamá que se quedó para seguir ayudándolo siempre
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